miércoles, 26 de agosto de 2009

el hippie de hoy



En estos días me a surguido un pregunta¿que paso con los hippies?,¿donde esta esa ideologuia?,pense talves a muerto todo es movimiento de los 60¨ y solo el recuerdo quedo, pero buscando respuesta a esta pregunta encontre este pensamiento y pude comprobar que el movimiento hippie sigue latente en muchos de nosotros en estos días. espero difruten este pensamiento que publico para ustedes:


¿Qué es ser hippie? Me refiero al hippie conocido y abundante, al de aquí y ahora (¿de siempre?). No al de décadas pasadas y lugares lejanos sino al permanente y constante derrapado que llevamos en nosotros. El hippie es el buscador, el que no adhiere a la tradición ni acepta criterios de autoridad ajenos, el que se compromete con una persecución profunda de sí mismo y de su verdad sensible, y lo hace experimentando consigo y con la vida de muchas formas. Incluso a veces a través de formas trágicas y ridículas, que tan fácil se entremezclan.

El hippie tiene un aspecto a veces absurdo y un discurso algo inconexo porque persigue otra conexión y no porque sea un mero delirante. Su delirio es la expresión inmediata de su camino personal, intento de balbuceo semi sagrado del ser liberado a sus propias artes. Bueno, sí, a veces sale mal, como todo, y llegamos al verdadero delirante, hippie en momento de peligro.

No hace falta gustar de una música en particular - aunque hay algunas que son claves-, ni haberse drogado –aunque, en fin…-. Ya prestarse a la plasticidad de la época, vivir dentro de nuestra extrema calidad de vida espiritual actual es ser de alguna manera hippie y por eso hay muchos que lo son sin saberlo.

Esta moral de viaje y de autenticidad es saludable si da lugar a una aventura posible, y se vuelve destructiva en los mismos casos en los que las otras opciones más formales también hubieran sido destructivas. El hippie comparte la perspectiva del filósofo o del místico: no dar nada por sentado, ver con los propios ojos, buscar lo que es aunque en principio no se lo comprenda, tirar hipótesis, disfrutarlas, compartirlas como se comparte un mate.

Pero lo mejor del hippie -lo copado, propiamente dicho- es que busca en todas partes. No en las importantes sino en todas. Mirar el cuarto. Caminar por la casa. Conversar con alguien querido, o con uno que estaba ahí, de colgado a colgado, cófrade de este mundo loco. Respirar. Me parece que mi pie me está mirando. Esas son las aventuras hippies.

Hippie es sentir que la vida es una aventura, y eso es lo genial: es una aventura porque es la historia de uno, el centro de la escena de la existencia. El hippismo es la conclusión de muchos caminos de conocimiento vividos en los últimos cien años, en él están Freud y Nietzsche, el Zen y muchas cosas más, de esas que se estudian en la Universidad.

Y no porque se hayan leído y procesado conscientemente estos elementos, por pura garra de vivir. Sí, puede decirse que para el despliegue de esta perspectiva fue crucial la influencia de ciertas sustancias, pero no hubieran sido utilizadas si no hubieran cabido en el plan mental de la búsqueda. Las mismas ideas han sido usadas como estímulos, y con total libertad uno se prueba una idea como se prueba una ropa, para ver cómo se ve desde allí, qué se ve, qué más se puede entender.

O sea, para terminar: sí, me gusta sentirme hippie, aunque pueda no parecerlo. Hago un llamado a los que comparten este orgullo. No digo que hagamos un Partido Hippie, aunque tal vez, bien pensado, no estaría nada mal.

Hasta la inmadurez de la que tan difícilmente el hippie logra salir me parece tolerable. El hippismo puede ser visto como una huída del mundo, pero en esa huída se busca otro mundo activamente. Con suerte la historia termina así: el tipo vuelve e integra, en el universo que antes despreciaba como banal, la riqueza obtenida en sus experimentaciones. Y empieza a crear: vienen otras experimentaciones, más poderosas.

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